Cómo llegar a Javierregay desde Zaragoza
¿Cuánto falta para llegar a Javierregay, tía?

 

Esta semana hemos tenido la suerte de tener con nosotros a una sobrina. Se ha pasado el tiempo volando.
Aún recuerdo el día que la fui a buscar a Zaragoza. Ya iba toda disfrazada para la fiesta de Halloween que celebraban los niños del pueblo esa tarde.
– Me tendrás que poner sangre, tía.
– Sí, no te preocupes. Duérmete un poco ahora, que aún queda mucho.
– Ya habrán empezado cuando lleguemos?
– Sí, estarán por las calles, ya será de noches. Por eso, aprovecha a descansar ahora.

Y se durmió… pero poco, hasta Huesca.
(Vaya, pensé, justo cuando vienen todas las curvas!)

– Ya hemos llegado tía? Ya es de noches.
– No, aún faltan 59 minutos. Tenemos que pasar todas esas montañas tan grandes.
– Ah! Y después de las montañas ya está Javierregay?
– No, estaremos en el Pantano de la Peña.
– Ah! Y después?
– Otras montañas medianas.
– Y ya habremos llegado a Javierregay?
– No, a Bailo.
– Y después?
– Unas montañas pequeñas.
– Y ya Javierregay?
– No, será Puente la Reina de Jaca.
– Y ya?
– No, cruzaremos un puente grande: el río Aragón.
– Y ya?
– No, estaremos en el Valle de Echo.
– Y entonces?
– Entonces, cruzaremos otro puente pequeño, el río Subordán.
– Y después?
– Después… Javierregay!

– Qué bien, tia. Y cuánto falta para llegar?
– 55 minutos. 🙂

Y ya, toda la semana igual:
– contábamos los días que faltaban para volver con su madre,
– las horas que faltaban para que volvieran los primos del cole,
– los conejitos que tuvo «Todo-terreno»,
– los huevos que cogíamos de las gallinas,
– las gallinas que se nos escapaban,
– los minutos que faltaban hasta la caseta del árbol,
– las olivas que cogieron del olivo…

En fin, que tengo una sobrina pero que muy lista.

Les hemos hecho los carteles con sus nombres a las conejas, hemos recogido anises para el dolor de tripa (aunque también hemos descubierto que la mejor medicina es un poco de tele),…

Hemos llegado a la conclusión de que los mimos de los niños no se suman, sino que se multiplican, cuando hay más niños.

Y sobre todo, nos hemos descubierto unos a otros.

Es una pena que ya no nos queden días para contar!

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